Vivir y Velar
Un hombre velaba el sueño de un niño, centinela atento a cualquier
gesto, a cualquier movimiento… vigilante de su respiración, por suave
que fuera el ronquido. Y al hacerlo saltaba y saltaba entre las escenas
de los sueños que el infante alimentaba con sus experiencias cotidianas.
Y velando, velando el leal velador se percató de que los paisajes
recorridos perdían inocencia, luz, color… Y ya ha pasado tanto tiempo
que no sabemos si los sueños velados son los del niño ya hombre o del,
otrora centinela, hombre que velando envejeció.
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