domingo, 23 de febrero de 2014

Corrupción

Un hombre se moría. Y tenía miedo. Pero no se moría de algo concreto, de ningún mal diagnosticado. Se moría, como la mayoría, de haber nacido. Y para mitigar el miedo a la muerte comenzó a leer de forma compulsiva. Y no bien se acercaba a las últimas páginas de un libro ya había comprado otro. Y cada vez más voluminosos. Y cada vez más importantes. Como si la Muerte fuera a pasar de largo al encontrarse con un hombre atareado. Y así, lo que al principio era una inigualable fuente de paz y placer, se tornó un trabajo gris, pesado. Logró sin pretenderlo corromper el gozo de la literatura. Y el hombre, que se seguía muriendo y seguía teniendo miedo, dejó de leer y comenzó a escribir. Y ahí sigue, escribiendo textos cada vez más extensos y sesudos, para no recordar que se muere…

No hay comentarios:

Publicar un comentario